viernes, agosto 18, 2006

EN CRACOVIA CON UN FINLANDES

Se sienta a mi lado. Su amigo se intenta enrrollar con Nani y él viene a distraerme. Supongo. Me pregunta, señalando a ella si es my wife, le digo que no la conozco. Me pregunta de dónde soy. Me habla de Barcelona. Dice que es adorable y hace un gesto como si durmiese en un lugar adorable. Yo llevo unas cuantas cervezas en este antro y alguna bebida destilada que otra. Él más. Está algo drunk. Antes de que se sentase a mi lado estaba viendo en una televisión sin voz, una película japonesa antigua, de serie Z, donde en un paritorio, entre las sábanas, aparece un niño diablo con ojos iluminados. Los efectos son tan cutres que me tiene hipnotizado. Él se llama Petri es finlandés. Brindamos. Está con unos amigos suyos de gira por europa siguiendo a un grupo musical. Llevan unas pulseras que los distinguen. Petri, no sé muy bien por qué me promete amor eterno y me abraza 5 o 6 veces. Le sigo la corriente porque yo tambien le quiero. Tiene veintipocos años como todos sus amigotes pero en este momento no importa que puedan ser mis hijos. Todo es cercano y no hay ningún problema en la vida. La felicidad depende del nivel de alcohol en sangre. Creo que ya lo he dicho en alguna ocasión. Nani se ha desembarazado del otro y se sienta con nosotros.
Petri presume de hablar algo de español. Le animamos a hablar
-Habla lo que tú sepas en español. Él repite:
-Habla lo que tú sepas en español.
El finlandes se empeña a enseñar a Nani a decir te quiero en ese idioma.
-Mina Rakastan sinua!
Nani lo repite como cien veces pero por lo visto nunca acierta con el acento.
-Mi-na Ra-kas-tan si-nua!
De repente me doy cuenta de por que hay tan pocos finlandeses en el mundo y por el contrario tantos chinos.
Es más fácil decir wo ae ni.

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