miércoles, agosto 23, 2006

EN UN RESTAURANT

Estoy en un restaurante, muy pequeño, en la planta baja solo cabe una mesa pequeña y en la planta superior hay cinco mesas redondas.
Es Hel, una península estrecha al norte de Polonia. Según la guía fue el ultimo territorio polaco liberado de los nazis. Estoy con una nacida en Zaragoza, otro de Kazajstán, un alemán y yo que nací en Olesa de Montserrat.
Fuera el viento es frío y húmedo. El pescado es fresco y la compañía agradable. Van cayendo las cervezas al ritmo de los nasdrovia o lo que haga falta. Llevamos litro y medio por cabeza y aún queda un buen rato.
Hablamos de lo divino y lo humano que podría traducirse en: si Copernico es polaco o alemán; las dificultades que presento sin city para frank miller; cual seria la mejor traducción de blow job; como se pronunciaría te quiero en alemán o en ruso o en catalán, uno me dice o le digo, que solo llevamos un par de horas que nos hemos conocido y que quizás todavía no es el momento...
El tiempo transcurre lentamente, las risas y el buen rollo invade todo. Parece difícil entender que diferentes personas de diferentes países puedan pelearse.
Cae el atardecer, la luz rojiza traspasa las espesas nubes y los cristales e ilumina a los comensales. A medida que caen las cervezas mi inglés se espesa, mezclo catalán con cualquier palabra de cualquier idioma que me suene, sin embargo mi comprensión, me da la sensación, aumenta en la misma medida.
Estoy bien, vivo y despierto. Quizás la felicidad este en conseguir cierto nivel de alcohol en sangre y no traspasarlo. El sol sigue cayendo. Hay nubes plateadas y plomizas que cubren el horizonte. El mar es una lámina. Me parece simplemente hermoso. Cada vez tengo menos ganas de hablar con los demás.

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