Antes de tener a la niña cuando iba por la calle solo veía niños en cochecitos, no muchos, la verdad (creo que miraba más a las madres), ahora veo pelones, gordotes, risueños, ceñudos, con los puños cerrados, durmiendo, llorando...
La miro y contemplo con asombro como va cambiando: un día se mira en el espejo, otro día descubre que aquello que tiene encima suyo cuando lo toca hace ruido, otro día contempla embobada como se mueve el calcetín de su pie, en otro aprende que sus manos pueden apresar la ropa...
Un sentimiento que no me esperaba que aflorase y que me produce ella es el de una insaciable curiosidad.
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