lunes, marzo 24, 2008

TIEMPOS NUEVOS

Cuando era adolescente iba a jugar al millón. Al pinball. Cinco bolas de acero y dos botones para hacer puntos y más puntos. Juego, todo hay que decirlo, del que a pesar de no ser de los mejores hacía mis pinitos honrosamente.

Mis sobrinos juegan a la Nintendo. Me lo dejan y compito en el circuito del castillo de Bowser. A pesar de los monumentos pseudo mayas que te caen encima, del cilindro del que casi siempre me caigo y de los mares de lava hago el recorrido en cinco minutos. Y algo. Vuelvo a jugar, esta vez lo acabo en cuatro y medio. Estoy satisfecho pero lo vuelvo a intentar: tres minutos y medio. No está mal, mi sobrino sin esforzarse lo hace en un minuto y poco. Veo que utiliza atajos y que hace derrapajes que yo no sabía que se podian hacer. Convencido que la experiencia es un grado lo vuelvo a intentar con los conocimientos aprendidos. De hecho lo intento bastantes veces más. No consigo bajar de los tres minutos y medio.

Eso sí, al millón no me hubiera ganado.

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