martes, enero 22, 2008

GUSTOS REFINADOS

Voy a Ikea. Busco un mueble para colocar la televisión. Hay uno que me gusta. Está agotado, la semana que viene traen 176. Ni 175 ni 178. Vuelvo a la semana siguiente y ¡se han acabado! Que vuelva la semana siguiente. Que traen más.
Otro día vuelvo y me fijo en una funda de nórdico. Solo queda la de muestra. La semana que viene traen 140.
Quiero una cortina para la ventana de la niña. No está. Agotada. Que vuelva al cabo de un mes. Vuelvo al cabo de un mes y medio y me dicen que se ha agotado. Que la semana que viene traen más.
¿Somos los mismos los que compramos las mismas cosas? ¿Todas las casas deben ser como la mía?

1 comentario:

g dijo...

El populismo Ikea ha acabado con la personalidad de Occidente.
Todos podemos entrar a la casa de los demás y señalar sin duda qué es de Ikea y qué no, qué tienes tú en casa y qué tienen otros.
Todavía falta un tiempo en España (a excepción de Canarias, donde los suecos llegaron hace 25 años para amueblar las casas de sus ilustres jubilados y turistas), pero en Europa se hacen chistes con los nombres de las cosas.
A mí cuando me hablan de Billy o de Malmö ya sé que me hablan de dos gamas de Ikea.
Y no me deja de parecer escalofriante.
No creo que todos tengamos el mismo gusto, pero compartimos el mismo paupérrimo poder adquisitivo y hemos asumido que lo intemporal ya no se lleva (lo de tener la cama de la bisabuela o el mismo salón durante 40 años sí que ha pasado a la historia).
Digo todo esto a sabiendas de que tendré que continuar el aplastamiento de mi gusto personal para poder permitirme una estantería...