Hasta los cuarenta y pico guardaba cosas: libros; trabajos o estudios que había realizado; regalos, la mayoría con más buena intención que acierto; objetos que me habían parecido interesantes o simplemente curiosos; apuntes de cursos, la mayoría de veces insípidos; ropa (me compro poca y la que tengo con los años la aprecio más y supongo que la guardaría toda si no fuera por las novias que me hacen ver, y finjo que comparto su visión, lo gastadas o viejas que son)...
Desde hace tiempo simplemente me deshago de todo.
Y cada vez lo hago con más facilidad.
Glups.
2 comentarios:
Ves, me estás madurando por minutos. ¡Qué orgullosa estoy de ti! Cualquier día te hablaré como si fueras un adulto; además ir limpiando de inutilidades nuestra vida resulta ser un buen ejercicio contra el sindrome de Diógenes que tanto ataca con la edad.
Besitos múltiples,
Mariló
PD: Sin embargo, hay cosas necesarias que hemos de reincorporar en nuestras vidas, cuanto antes mejor. Por ejemplo, el árbol de Navidad, con unos buenos espumillones.
Uno empieza con el espumillón y el abeto de plástico y se acaba comprando una camiseta del barça (o al revés).
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