domingo, mayo 28, 2006

ESCRITOS DE ABRIL/MAYO 2006

Con casi cincuenta años, presbicia, alopecia evidente, uno se va a viajar no para descubrir el mundo. Se supone que ya lo ha debido descubrir. Ni para encontrase a si mismo, uno nunca se encuentra a si mismo, a pesar de que según el poeta, dar la vuelta al mundo sea la forma más corta de llegar a hacerlo. Uno viaja simplemente para sentirse vivo, para romper con todas las rutinas, simplemente para eso. Por ello el trayecto no será importante, ni delimitar, ni planificar la ruta (además ¡Soy tan perezoso para planificar nada!).
Ya me han dicho en el trabajo oficialmente que puedo contar con ese año. Ahora percibo, por primera vez de manera contundente, el precipicio de la decisión, glups.
Dejo la casa ya que la alquilo y saco aquellos objetos que tienen más valor sentimental que monetario. Al vaciarlo he reencontrado cartas de amor y desamor, trabajos que me hacen recordar, a veces levemente, a compañeros y a jefes; de artículos que me parece leerlos por primera vez; de papeles, regalos y demás tonterías que van ocupando el espacio de una vida. En fin, que he hecho un viaje en el pasado y ahora empiezo a hacerlo en el espacio. Uno se desprende de su vida, de libros, de papeles, fotos que el han acompañado desde casi siempre. Es como ir quitándose tiras de piel para intentar llegar a lo más puro, a veces te quitas un trozo de piel y duele, deja el cuerpo al descubierto.
Al desprenderse de las cosas uno se da cuenta de que no se pueden guardar ni almacenar todos los libros que has leído de la misma manera que no podemos conservar a toda la gente que has conocido. Solo puedes tener una parte y a veces la gente más deseada se pierde. Con los libros pasa lo mismo.
Lo peor es que no me he planteado nada en esta vida y aun así tengo la sensación de no haber cubierto ninguna expectativa.
En fin, paridas de media tarde mientras espero que venga el futuro inquilino de mi casa