viernes, septiembre 07, 2007

MERCADOTÉCNIA

A mi celular (después de 9 meses llamándolo celular me cuesta denominarlo móvil) le cayó una piedra. De unos cincuenta kilos. A pesar de ello solo se le rompió la pantalla.
Antes era táctil después de la experiencia era braille interactivo.
Los cristales se quedaron entre un protector plástico y el resto del teléfono. No tenía mp3 pero si lo movias podias acompañar el ritmo de una canción como si fuera una maraca.
Como en el fondo soy un clásico fui a cambiarlo por otro.
Tenía puntos para que me lo cambiasen.
El trato y los modelos que me ofrecieron eran reprobables.
Un día entré en la competencia. Me ofrecieron el oro y el moro. Acepté. Soy un chico fácil.
Me aseguraron que en una semana estaría con ellos.
A la hora mi, aún, actual compañia me llamaba para ofrecerme el oro, el moro, la plata, y los dardanelos.
Seguía siendo un chico fácil y me dejé convencer. ¡Era tan convincente!
Cuando ya hemos llegado a un acuerdo les pido que me envien el nuevo contrato.
Me dicen que no pueden, que su departamento no puede hacerlo.
Les digo que no tengo prisa, que me lo envien cuando puedan.
No, es que no podemos hacerlo, asegura, pero que cada vez que llame le podrán confirmar el acuerdo.
Le digo que su voz es muy atractiva pero que no pienso llamarla cada día para comprobar si no han cambiado de opinión.
Me vuelve a repetir el oro, el moro, la plata, los dardanelos y una parte de la antártida.
Mire, me gusta tratar de usted, no es que no me fie de usted pero las compañias de telefonia movil tienen el 60% de las quejas de los consumidores de este país. No hace falta que usted pierda el tiempo. Si no me envian un contrato por mail o por correo convencional ya sea del departamento de ventas, de atención al cliente o del de caza mayor... sigo con mis planes de cambiar de compañia.
La señorita parece abrumada por mi negativa. Me pide que espere. Espero.
Se vuelve a poner, no, lo siente mucho, no puede darme esa información por escrito.
Me quedo sin la plata, los dardanelos y esa parte que me hacía tanta ilusión de la antártida.

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