martes, julio 03, 2007

HISTORIAS VERDADERAS -TRAGEDIA EN EL METRO

Subí, por los pelos, al último metro de la noche. Estaba casi vacio. Había una joven que miraba abstraída un punto lejano. Dudé si sentarme a su lado, aunque habiendo tantos asientos vacíos pudiera interpretarlo como algo equivocado. Dos treintañeros de aspecto sudamericano se sentaron relativamente cerca de ella. Así que opté por hacerlo más lejos y seguir releyendo a Otelo. Hay que ver lo mala persona que es Yago. A las dos o tres paradas subieron media docena de adolescentes magrebies con una radio inmensa a todo volumen. Se sentaron en el grupo de asientos de delante, junto a los dos hombres, que hablaban entre ellos. Me removí en el asiento. A la joven también le molestaba la algarabía. Alguien debería decirles que no hiciesen tanto ruido. Además empezaron a encender cigarrillos a pesar de que todo el vagón estaba lleno de pegatinas que lo prohibían. Intenté volver a concentrarme en la escena donde Casio cae burdamente en la trampa. Es lo que más me molesta de las tragedias, parece que los personajes no piensen. Se dejan llevar por una inercia patética, como marionetas en un mundo que no comprenden. Así les va. Unos gritos me hicieron levantar la mirada. Uno de los hombres le decía al chaval que tenía al lado que apagase el cigarrillo y este, aunque no de forma directa, se negaba formulando un elaborado discurso sobre la libertad. El hombre estaba bastante enojado y su voz empezaba también a molestar. Los otros adolescentes los empezaron a rodear, pensé que se iban a abalanzar contra él. Cerré el libro y me puse de pie en la plataforma, así si pasaba algo podría intervenir. La joven contemplaba la situación evidentemente nerviosa. Se oyó un ruido seco. El hombre había dado un cabezazo, un golpe certero, en la cara del chaval. Alguien apagó la radio. Yo me adelanté con intención de mediar. Los chavales, de pie, se apartaron silenciosos mirando a su compañero herido. El golpeado contemplaba como manaba sangre de su nariz más asombrado que dolorido. Uno intentó acercarse al hombre, pero su compañero de un manotazo lo tiró contra el suelo. El metro se paró en una estación y se abrieron las puertas. Otro le escupió, le alcanzó en la camisa, y salió corriendo del vagón. Un tercero intentó repetir la hazaña, pero antes de lograrlo el hombre, que hasta ese momento me había parecido más bien lento y obeso, le atizó una patada de kárate que lo lanzó contra la puerta justo cuando entraba una señora mayor. Todos los adolescentes salieron del vagón corriendo e insultando. Cuando se cerraron las puertas, más seguros, siguieron haciendo gestos obscenos y provocativos y así continuaron mientras el metro reemprendía su recorrido. Los dos hombres, mientras el del escupitajo se limpiaba con un pañuelo siguieron hablando como si no hubiera pasado nada. Así que me volví a sentar y seguí con la tragedia de Otelo.

5 comentarios:

Fiamma dijo...

Los personajes de las tragedias no es que no piensn. Necesariamente son persas de la "hybris" que los lleva al error trágico. Así debe ser. De otra manera, sería un drama y ya no una tragedia.
Please, cavaller, necesito info turística, te he puesto un correo.
Besos

Hilario dijo...

glups,
lo que sabes

g dijo...

yo escribo por formar un triunvirato (o triángulo de las Bermudas).
No se nota mucho, pero leo vuestros blogs y dejo al mío en un abandono continuo, donde hasta eso se ve.
besos.

ps: Hilario, cada vez escribes mejor.

Fiamma dijo...

Vamos a por los triuviratos !!!! Y el que no publique al menos una vez cada 10 días... será castigado cocinando una cena suculenta para los otros dos. Deberemos resolver el problema de las latitudes, ya que creo que andamos medio lejos... pero esa no es más que una simpleza.
Besos

Hilario dijo...

creo que lo de las cenas suculentas nunca ha sido algo que me hayan elogiado jamãs. Pero eso si, llevaré el mejor vino que se pueda hallar.