Salinas es una pequeña ciudad costera y veraniega en este interminable noreste de brasil. La playa más apreciada es la atalaya, al oeste de la ciudad. Una playa de arena fina y densa por donde circulan los autobuses y los coches. Estos se paran en mitad de la playa (cuando la marea está baja cabe todo el parque movil de barcelona y alrededores) y entonces viene un camarero de uno de los multiples chiringuitos con una mesa, sillas y un toldo. Y allí, con la música del coche se toma uno su cervecita y lo que haga falta. Yo prefiero maçarico o corvina, donde en vez de chiringuitos hay manglares y lagunas, y en vez de coches pájaros, pajarillos y pajarotes.
Hoy es corpus, uno de los tres jueves que relucen más que el sol (aquí es dificil que reluzca aún más). Por las calles se han dibujado y después rellenado metros y metros de iconografia religiosa: caras de jesus, siempre joven y siempre barbudo; cálices enormes; estrellas de david; las palabras paz y amor en todos los tamaños y colores; corazones dolientes; espiritus santos en forma de paloma blanca, aunque en algunos casos parece un águila a punto de atacar; dameros irregulares... Todo con arena blanca de la playa, con arena coloreada, con pétalos, con hojas, con virutas de madera, con helechos... A las nueve y media de la noche empiezan a dibujarlos. A las 11 de la mañana ya están destruidos y al mediodia solo queda, en algunos tramos, la estructura de la tiza. Las obras efímeras no son presuntuosas, por eso siempre tienen algo de noble y digno.
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