sábado, febrero 03, 2007

EL BUFEO

-Amigo, tienen una anaconda.
-Ah!
-No, es un manatí.
-Pero ¿no está prohibido cazarlos?
-Bueno, amigo, pero es carne.
-Pero me habías dicho que los manatíes, los delfines y no sé que más podías ir a la cárcel si los cazabas.
-Bueno amigo, no te preocupes, ahora lo soltaran en la piscifactoría.
-Sí, los huesos.
-Que bromista que es amigo.
Al final no es un manatí es un delfín rosa, está totalmente liado entre unas redes. Lo traen en una barca acompañados de otras donde van niños jubilosos. Una veintena de personas, la mayoría mujeres y niños se agolpan en el embarcadero.
Entre tres lo izan y lo suben al montículo que es el muelle. Está vivo. Empiezan a intentar quitar la red entre bromas y risas. Pregunto que van a hacer. Nadie parece oírme o no quieren contestarme. Un grupo de 3 o 4 hombres son los que se encargan, entre risas de quitar la red. Parecen más preocupados por no dañar la red que al delfín. El cabecilla me mira sonriendo, yo no sonrío. Se ha formado un grupo de jóvenes y niños en semicírculo. Algún bromista empuja a alguna chica hacia el delfín y esta grita asustada cada vez que lo hace. El delfín apenas se puede mover. Al final deciden cortar la red. Cuando el animal intenta moverse le responden con patadas y le pisan el hocico o la cola. Un muchacho le da un puñetazo en el abdomen, no lo hace por maldad, se ríe de la gracia y otros le acompañan. Al final le han quitado todas las redes. Le empujan, con patadas, por el talud de dos metros en dirección al agua. Al final ha quedado con la cola en el agua y el resto en tierra firme. Uno le tira agua por encima como si eso fuera a reanimarlo. El delfín solo tiene algún corte en el morro pero seguramente sus costillas flotantes no habrán aguantado todos los golpes. Me acerco y lo más suavemente que puedo le empujo al agua. Su piel es fría y húmeda. El delfín se sumerge, da un coletazo y ya no vuelve a aparecer.
-Los bufeos son perfidiosos.-Me dice el alcalde.
-¿El qué?
-Que son perfidiosos. Que son muy molestos para la comunidad. Rompen las redes y las estropean.
Yo le diría que gracias a esos bufeos yo y otros turistas están aquí, pero aún estoy infantilmente indignado de como han tratado al animal. Uno de los mitos más falsos que hay es el del respeto a la naturaleza por la gente que vive en contacto con ella. Mi tío Ángel que era campesino por sangre y por opción, y que era una bellísima persona, era capaz de degollar a una tórtola simplemente para ver la cara de asombro, dolor y asco que poníamos. Ya en plan más culto, Nigel Barley en el antropólogo inocente, también queda sorprendido de la caída del mito. En fin, eso. Que no es idílica la vida del bufeo en las reservas.

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