viernes, febrero 16, 2007

COSAS QUE PASAN EN LOS VIAJES

Acabo de cenar un pescado enorme, y me he bebido casi tres cuartos de litro de cerveza antártica. Voy por una calle que de repente se ha vuelto solitaria en busca de una choperia que recomienda el lonely planet. Un adolescente que me llega por la nariz me pregunta la hora. Se la digo. El chaval vuelve, parece que no lo ha entendido. Le muestro el reloj para que la pueda leer. El chaval, tengo la sensación, que se demora mirando el reloj, me coge del brazo como si buscase la distancia adecuada para mirar la hora. También mira detrás suyo. Hay dos jóvenes mayores que vienen hacia mi. Entiendo que me quieren robar. Cojo el brazo del chaval y lo lanzo a la calzada mientras oigo una voz que grita y que me suena familiar: hijo de puta. Soy yo. El chaval ha salido lanzado y ha perdido el equilibrio y una chancleta, yo voy a por el segundo. Senyal de que estoy borracho o de que el pescado no me sienta bien. El otro sale corriendo, y el tercero duda, pero también se va, sin correr pero con paso rápido. Con dignidad. Yo estoy con tan poco sentido común que les sigo calle abajo. Hasta que algo llama a mi cerebro, creo que una conexión sináptica, y me dice que me de media vuelta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero, Hilari, en qué estabas pensando ? Nunca hagas el superhéroe, y menos lejos de casa, con un enorme pescado que espera en tu estómago para ser digerido y con una cerveza encima. Podrían haberte lastimado.
Por favor, un poco de cordura o deberemos seguir tus pasos más de cerca.

Hilario dijo...

Lo sé, lo sé. El primer sorprendido fui yo, despues el chaval que perdio la chancleta.
Prometo no comer más pescado, al menos si no estoy en companyia.