miércoles, febrero 21, 2007

CARNAVAL


Es el último día do carnaval. Desde la mañana se ven a los camiones depositando heladeras y cajas y cajas y cajas de cerveza. Cuando llega la hora, se pone a llover, como lo hace en los trópicos, todo el agua del mundo encima tuyo. Me resguardo en un ciber (los ciber en mi viaje es mi vientre materno, me da cobijo y tiene el cordón umbilical con el que puedo conectar con el exterior, con mi mundo). Pasa una hora. Llueve ligeramente. La gente ha bajado al malecón de la ribera y espera que pase la rua. Me siento en una terraza y pido algo para comer y un suco. Debo ser el primer consumidor de sucos de la zona. Beba los que me beba siempre tengo sed y siempre hay un fruto que no conozco. La tan cacareada sensualidad de los brasileiros existe. La gente, hombres, mujeres, te miran a los ojos y no los apartan, casi siempre hay una sonrisa. Todos bailan, niños y mayores. Una niña que tiene 6 años mueve la cadera y sigue el ritmo como si toda su vida fuese en ello. Una de las agrupaciones lleva una muñeca de 5 metros de alta, es rubia y con unas tetas y un bunda adecuadas a su condición de mito erótico. Solo se le mueve la cabeza, un brazo y una mano. Y esta se pasea por su bajo vientre de una manera pretendidamente voluptuosa. Delante de todos van las jóvenes más atractivas o que bailan mejor, pero en tercera o cuarta fila van niñas de 10 u 11 años. Casi todas las bailarinas simulan esa masturbación pública. Nadie se escandaliza. Todos participan. Una niña de unos nueve años baila conmigo. Si en una discoteca me siento patoso, delante de toda esta gente que baila tan bien y con tanta alegría ni te cuento como me siento. No hay una zona especial donde se hace el recorrido como en río, aquí es en la calle, no hay diferencia entre los que están dentro de las agrupaciones y los que están fuera. Ni siquiera el vestido marca la diferencia. Me regalan una cinta de una agrupación para que me la ponga en la frente. La policía, en grupos de cinco, va arrestando de vez en cuando a alguno, lo hace sin miramientos, la gente aplaude o silva cuando se llevan a alguien, no sé si lo hacen a los detenidos o a los detenedores. Pasa el camión donde están los músicos. Los altavoces son tan potentes que cuando se me acerca noto las vibraciones hasta en los helicobacter pilori que llevo en el duodeno. La gente lo sigue cantando y bailando. Me situo al lado a ver pasar la siguiente comitiva. Un grupo de jóvenes viene hacia donde estoy. El chico está discutiendo con una joven, el resto se pone de parte del chico. Son 5 mujeres y un hombre. Todas son jovencitas, excepto una que podría ser más la abuela que la madre de los demás. Hay una embarazada de 7 u 8 meses. Su cara es tan infantil que si no fuera por su vientre prominente y sus senos cargados podría pasar por una niña. Una niña que aún no sabe lo de las flores, los pólenes y las abejas. Una de las chicas me saluda, la devuelvo el saludo. Me invitan a beber de una botella donde hay un líquido de color amarillento oscuro. Es cachaça con noséque más. Me ofrecen plátano frito. La chica, debe tener unos 18 años como máximo, parece interesarse en mi. Es redonda en las formas y siempre sonríe. Me dice que se ha acabado la cachaça, si tengo dinero para comprar más. Digo que bueno, me coge de la mano y me lleva a un vendedor ambulante que vende cachaça, dos botellas por el precio que no llega a un euro. La chica me lleva de vuelta con los demás, por el camino se dedica a entrelazar sus dedos con los mios. Me saca a bailar. La verdad es que no me apetece mucho, pero pienso que si no bailo ahora que estoy en Brasil y en carnaval no sé cuando lo haré, así que bailo con ella. Ella me lleva muy bien, corrige mis errores como una profesional de la enseñanza del baile, me dice cuando he de levantar las manos o cuando he de dar un paso. En los acercamientos aprieta sus senos o sus nalgas contra mí. Me pregunta si me gusta Santarem. Le digo que si. Me pregunta si me gusta ella. Le digo que si, que es guapa, pero que es muy joven para mí. Me dice que tiene 21 años, no la creo pero le digo que aún así es muy joven para mí. Me dice que es mayor de edad y que en Brasil desde los 15 se puede hacer. Sonrío negando. Me pregunta que edad tengo, me pregunta si tengo 41, no, le contesto, 45, más. Me dice que luego podríamos ir para allá, y me señala fuera de la plaza y si llevo camisinha. Me pregunta si sé lo que es una camisinha. Le digo que si que lo sé, pero que me voy a ir. Me pregunta si podemos comprar una bolsa de plátanos fritos, le digo que si. Compramos dos bolsas por menos de un euro, quiere que me quede una pero le doy las dos. El joven se acerca. Dice que es su primo. Me dice que su prima es muy guapa y esta muy bien, como si fuese una conversacion entre dos hombres y ella no estuviera delante. Me dice que tengo muy buen ojo eligiendo mujeres. Le digo que obrigado y me despido del proxeneta. Ella hace un último intento, me presenta a todo el grupo. La mujer mayor parece como si quisiera decirme algo, las demás están entre la expectativa o el aburrimiento. Sonrío y me despido con la mano. Tengo ganas de beber una cerveza.

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