domingo, enero 21, 2007

PAISANAJES SIN PAISAJE

Lucia es alta, delgada y morena como su madre (se supone). Es bien proporcionada y sus rasgos faciales son más que correctos. Sin embargo tiene un rictus que le da un aspecto huraño y poco atractivo. A medida que pasan los días se va abriendo más. Al final te cuenta su historia, digamos que vive en sevilla y es funcionaria de prisiones. No debe ser algo que los padres esperan de su hijo cuando ven la primera ecografia. De hecho cada vez que habla me sorprende con algo nuevo: Va a misa cada domingo pero no siempre a la misma iglesia, no quiere sentirse controlada; tiene una conocida que se han metido a monja de clausura (y los follones que hay dentro derivados de las simpatías y antipatías con la superiora); quiere estudiar teología... Es una treintañera alta, delgada y morena como su madre. Supongo.
Julio es guia. Ha tocado el cielo. De pequeño debía andar un montón de kilometros y muchas horas para ir a la escuela, su padre a veces le dejaba el caballo para que fuese. Era cansado pero él quería seguir estudiando. A los 11 o 12 su padre le dijo que se cansaba de verlo cansado, que hasta el caballo se cansaba, que se quedase a trabajar en la chancra (ranchito). Él no quiso, se fugó junto con otro amigo a la gran ciudad, a cusco. Te cuenta con el orgullo del hombre hecho a si mismo como huyó de la ratonera en un camión y como fueron a una tienda a lavar platos y a cambio solo pedian de paga que les dejasen dormir y comer y poder estudiar por la noche. Dice que llora cuando ve a los niños de la sierra andando por la carretera una, dos y tres horas hasta llegar a la escuela, llegan tan cansados que luego no pueden aprender. Si fuese ministro pondría autobuses gratuitos que llevasen a los niños a las escuelas y luego los recogiesen. Está agradecido al chino (fujimori) por haber puesto carreteras y haber acabado con el terrorismo. Gracías a ello, razona, existe el turismo. Debe rondar la cuarentena. Se le nota que esta orgulloso de si mismo.
Es mi alter ego. Con casi cincuenta años, presbicia vergonzante y alopecia evidente, viaja no para descubrir mundo, supone que ya lo ha descubierto antes. Tampoco lo hace para encontrase a si mismo, uno nunca se encuentra a si mismo, a pesar de que según el poeta, dar la vuelta al mundo sea la forma más corta de llegar a hacerlo. Viaja simplemente para sentirse vivo, para romper con todas las rutinas, simplemente para eso. Por ello el trayecto no le es importante. Ni delimita, ni planifica la ruta (además, reconoce que es muy perezoso para planificar nada). La peor sensación que tiene es que nunca se ha planteado nada en esta vida y aún así tiene la sensación de no haber cubierto ninguna expectativa. Arrieros somos y en el camino nos encontramos.

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