domingo, septiembre 17, 2006

UN DIA DE TURISTA EN LA MURALLA CHINA

Suena el teléfono, me despierto sobresaltado, lo cojo y una voz femenina me dice algo que no entiendo. Le respondo que si, que ya bajo, y la voz me suelta una retahíla ininteligible. Me meto en la ducha, no funciona. Salgo del armario y me meto en la ducha. Son las 4'30 y he dormido 3 horas. He contratado un viaje organizado para ir a ver la gran muralla. Bajo, son las 4'50, la recepcionista y el de seguridad están durmiendo. Despierto a la primera, ella no me ha llamado y no entiende que le digo. Le muestro una foto de la gran muralla y llama por teléfono. Una voz aun más dormida me habla en un inglés que no entiendo. Me temo que he perdido el autocar. Baja gente. Empieza la excursión. Nos suben a un autobús, paramos en la plaza de Tianamen, por lo visto arrían la bandera. Las guías dicen que los soldaditos avanzan 108 pasos por minuto y 75 cm. en cada paso. Lo intento comprobar pero me descuento cada vez que llego a 50. Subimos al autobús, la guía, una chica joven pero con una alimentación inadecuada y faltada de ejercicio, habla y habla y habla durante todo el trayecto, no creo que se pueda hablar tanto tiempo sin juntar todo el conocimiento del mundo así que seguramente ha empezando contando algo sobre la muralla, después sobre su vida personal y ha acabado recitando la tabla de multiplicar. Cuando llega a la del 18 me duermo. Me despierto sobresaltado, ha callado. Esta bebiendo agua. Vuelve a la tabla y me vuelvo a dormir. Seguramente se debe a que en el chino cada silaba tiene 4 tonos diferentes (bueno, alguno mas, si no recuerdo mal, gracias a las interrogativas) con lo cual hasta la tabla de multiplicar es melosa. Llegamos a 70 km al noroeste de Pekín. Bajamos y subimos a la muralla. Hay dos atracciones, la muralla y yo. Muchos chinos se quieren hacer una foto a mi lado, no se si por mi atractivo o por mi exotismo, soy el único occidental a 5 km a la redonda excepto otro que va acompañado por una nativa. Al principio solo sonrío, después voy haciendo poses: risueño, enfadado, serio, encantador... parezco a un político en plena precampaña. Como hay mucha cola para hacerse la foto conmigo todos se hacen fotos entre si, hay algunos que esperan hasta varios minutos hasta encontrar el encuadre adecuado. Y de los modelos no digamos, algunos/as son profesionales. Se oye en todas partes: yi, ar... san (uno, dos... tres) y foto. Volvemos a subir al autocar. No me acuerdo cual es y subo en todos. Cuando faltan solo tres por subirme encuentro el mío. La gente no dice nada pero se nota que me estaba esperando inquieta. La guía habla y me vuelvo a dormir. Vamos a ver las tumbas de los Ming, pero antes una parada en una gran tienda de jade. Mira que se pueden hacer cosas horribles con el jade. Igual que con el cristal de bohemia. Al subir al autobús me he acordado de la matricula, acaba en 27, solo me subo a unos treinta antes de dar con el dichoso autobús. Noto que permanece ese ambiente agridulce de inquietud. Antes que pueda dormirme bajamos a una gran tienda de comida, hay de todo, desde pato laqueado en bolsas herméticas hasta castañas, todas las cosas que me dan de probar gratis las como, y las encuentro todas magnificas. Esta vez me acuerdo de que el autobús es de color azul; tres números de la matricula: 327 y que el conductor lleva en el lateral un reloj de Snoopy. Solo tardo media hora en encontrarlo. La gente aplaude cuando subo. Arranca el autobús. Nos bajan en un restaurante, nos sentamos en mesas circulares de 10. Ponen comida en la mesa que no parece hecha por el mejor cocinero de Pekín, ni siquiera por el triguesimoquinto. Miran atentamente como me desenvuelvo con los palillos. Los dejo asombrados al ver como soy capaz de comer grano a grano el arroz. Pero al coger el tofu, maldito tofu, no consigo engancharlo, su textura y su forma rectangular me impiden atraparlo. Los 9 restantes comensales dejan de comer preocupados por mi tofu. Me dan consejos: que lo pinche, que coja así los palillos... pero no hay manera. Al final la joven que tengo enfrente se levanta me acerca el plato de tofu y me lo sirve en mi bol. Un suspiro de tranquilidad recorre la mesa. Yo, obcecado, intento coger otro trozo de tofu, los 9 comensales se levantan y se van. Cuando llego al autobús solo tardo un cuarto de hora en encontrarlo, oigo comentarios que traduzco como de reconocimiento. Habla la guía y me vuelvo a dormir sonando con un tofu monstruoso que intenta pincharme con un tenedor. Bajamos en las tumbas de la dinastía Ming, para resumir digamos que no es un nicho en Montjuich. Me quedo con que hay que cruzar todas las puertas con el pie izquierdo los hombres. Las mujeres con el pie derecho. También hay una tortuga de mármol inmensa y tiene una tabla de marmol igual de inmensa. Encima de todo hay cuatro dragones (supongo que Terry Pratcher saco de ahí su Mundo Disco). Si tocas la tortuga no tendrás enfermedades ni dolores. No hay ningún contrato firmado por notario que lo asegure, pero todos, incluido yo, tocamos la concha, la cabeza y lo que haga falta de la tortuga. Volvemos a subir al autobús, la guía me busca para que no me pierda, pero, increíblemente me pierdo al seguir a otra guía china que se parece a la primera. De todas maneras no llego muy tarde y la gente lo agradece. Duermo. ¿Qué debe contar la guía? Bajamos en una especie de consultorio de medicina tradicional china. Nos entran en un aula, hay unas mesas y unas sillas para consulta y las demás sillas en forma de U. Cuelgan unos posters de acupuntura y hay un muñeco apoyado contra la pared donde se le ven las líneas de energía. Una señorita agraciada que lleva una bata rosa pálido nos explica algo, o al menos lo intenta. Entra un doctor de unos 6o años , al menos lleva la bata blanca y tiene la apostura de doctor. Todos le aplauden, yo también. Él dice algo y nos aplaude, volvemos a aplaudir. Hace un speech de 10 minutos, le hago una foto, la señorita de la bata rosa pálido me mira mucho, pero sin decirme nada, habré ligado? El de mi lado hace una foto, la señorita y el medico le pegan la bulla por hacer fotos. No había ligado. Entran dos doctores aun mas mayores, todos aplauden, yo no, tengo la cámara en la mano grabando un video. Por lo visto van a hacer un diagnostico gratuito, aunque luego pagas el tratamiento. Invitan a los dos únicos occidentales que estamos en la sala a que salgamos. Declinamos los dos la oferta. Yo ya he tocado la tortuga y con eso tengo bastante, pero salen mas voluntarios, les miran las manos y les hacen preguntas. Son dos ancianos venerables, ningún medico me ha cogido así las manos, con tanto cariño y tanta sabiduría. Al cabo de un rato cada paciente tiene un diagnostico y les rellenan unos papeles para que vaya recogerlos, una de las señoras no va, se sienta junto al grupo con el que venían y se ríen, el medico que le ha hecho el diagnostico muy digno recoge los papeles se levanta y se va. No hay más pacientes, se cierra la consulta. Subo al autobús en solo 5 minutos, también es verdad que en esta parada había menos autobuses en el parking. Se oye algún comentario en voz alta de aprobacion y se ven asentimientos con la cabeza. Vamos a ver la historia de la dinastía Ming, con figuras de tamaño real cuenta en unas treinta escenas los momentos cumbre desde su origen al ocaso de los Ming, los detalles y la magneficiencia son impresionantes: soldados heridos por flechas, violaciones de concubinas, reproducciones del interior del palacio mas reales que las que vi en la ciudad prohibida. Incluso hay una reproducción del salón imperial donde aparte de maniquíes hay personas disfrazadas, si pagas una cantidad te puedes disfrazar y hacer una foto. Nadie se hace la foto. Salimos todos. Subo al autobús cuando aun no se había sentado el ultimo pasajero, la gente aplaude y grita espontáneamente xipaja, xipaja, que significa España, España. Yo agradecido, tomo el micrófono de la guía y les digo las dos únicas cosas que se. La primera wo ae nimen (que los quiero) la gente se vuelve loca, y me aplaude mas que al medico. Después les digo la segunda palabra, juntan (gilipollas) la gente se mira una a otra porque parece que no entiende, lo vuelvo a repetir, con diferentes entonaciones en cada silaba y cada vez mas inseguro de si he hecho bien de decir lo que he dicho. Al final un par parece que lo entiende y se lo dicen a los demás. Es el despelote, la gente llora de risa, repitiéndolo. La guía me quita el micrófono de las manos y la gente la abuchea. Lo deja. Yo lo cojo y empiezo las tres primeras estrofas de fiel espada triunfadora, la única canción que conozco, la gente me abuchea y lo dejo. Después de todo tienen la misma sensibilidad musical que los de Terrassa. Subimos al autobús, de camino al hotel, no esta la guía y no consigo dormirme. Son las 15 horas, aun me queda el resto del día y me ha costado todo 26 euros.

1 comentario:

g dijo...

Hilario, después de tu visita guiada a la Gran Muralla ningún español debería volver.
Nadie dejará el pabellón más alto que tú.
Eres un crack.
Siempre supe que el gusto por la zarzuela y fiel espada llegarían a recónditos rincones de tu mano.